sábado, 31 de marzo de 2012

No hay refugio, Emily Roberts

“La destrucción y el amor es lo mismo. Una playa en ruinas. Un poema favorito. Un anillo perdido. Un abrazo donde no nos delaten las farolas.”

No hay refugio, Emily Roberts

Yo ya sé, Luis E. Prieto V

“Tuviste la certeza de la sangre,
el hueco lacerado del dolor y de la duda,
el espejo roto de los besos acabados,
la risa congelada del hambre y la injusticia.”

Yo ya sé, Luis E. Prieto V.

Un poema nunca está acabado, Emily Roberts

“No me preguntes si he barrido nuestras cosas,
si entendí lo último que me dijiste
o te escuché
dibujando un mapa
con rotulador permanente
sobre la tierra extranjera
antes de que yo partiera.”

— Fragmento de Un poema nunca está acabado, Emily Roberts

viernes, 30 de marzo de 2012

Otra carta, Jaime Sabines

“Yo quiero llorar a veces furiosamente
porque no sé qué, por algo,
porque no es posible poseerte, poseer nada,
dejar de estar solo.”

— Fragmento de Otra carta, Jaime Sabines

Otra carta, Jaime Sabines

“Quisiera hablar de ti a todas horas
en un congreso de sordos,
enseñar tu retrato a todos los ciegos que encuentre.
Quiero darte a nadie
para que vuelvas a mí sin haberte ido.”

— Fragmento de Otra carta, Jaime Sabines

Otra carta, Jaime Sabines

“Qué nostalgia de ti cuando no estás ausente.”

— Fragmento de Otra carta, Jaime Sabines

Otra carta, Jaime Sabines

“Te invito a comer uvas esta tarde
o a tomar café, si llueve,
y a estar juntos siempre, siempre, hasta la noche.”

— Fragmento de Otra carta, Jaime Sabines

Testamento del pez, Gastón Baquero

“Yo te amo, ciudad,
aunque sólo escucho de ti el lejano rumor,
aunque soy en tu olvido una isla invisible,
porque resuenas y tiemblas y me olvidas.”

— Fragmento de Testamento del pez, Gastón Baquero

Testamento del pez, Gastón Baquero

“Yo te amo, ciudad
porque la muerte nunca te abandona,
porque te sigue el perro de la muerte
y te dejas lamer desde los pies al rostro,
porque la muerte es quien te hace el sueño,
te inventa lo nocturno en sus entrañas.”

— Fragmento de Testamento del pez, Gastón Baquero

Testamento del pez, Gastón Baquero

“Ante tus ojos, ante tu olvido, ciudad, estoy muriendo,
me estoy volviendo un pez de forma indestructible,
me estoy quedando a solas con mi alma.”

— Fragmento de Testamento del pez, Gastón Baquero

Testamento del pez, Gastón Baquero

“Siento cómo la muerte me mira fijamente,
cómo ha iniciado un viaje extraño por mi alma,
cómo habita mi estancia más callada,
mientras descansas, ciudad, mientras olvidas.”

— Fragmento de Testamento del pez, Gastón Baquero

De no ser por el pavor que tengo, jamás tomaría precauciones, Carlos Monsiváis

“La violencia nos obliga a teatralizar y generalizar la experiencia desagradable o trágica, nos encierra doblemente en nuestras casas, se vuelve el estado de sitio de los ricos rodeados de guaruras (esos ángeles de la guarda de las previsiones sombrías), modifica la intuición hasta volverla depósito de miedos ancestrales, se aterra ante la propia sombra porque no se sabe si el inconsciente va armado.”

— Fragmento de De no ser por el pavor que tengo, jamás tomaría precauciones, Carlos Monsiváis

La virgen de los sicarios, Fernando Vallejo

“Virgencita niña de Sabaneta, que vuelva a ser el que fui de niño, uno solo. Ayúdame a juntar las tablas del naufragio.”

— Fragmento de La virgen de los sicarios, Fernando Vallejo

La virgen de los sicarios, Fernando Vallejo

“La fugacidad de la vida humana a mí no me inquieta; me inquieta la fugacidad de la muerte: esta prisa que tienen aquí para olvidar. El muerto más importante lo borra el siguiente partido de futbol.”

— Fragmento de La virgen de los sicarios, Fernando Vallejo

Paseo nocturno: Rubem Fonseca

poesianoerestu
“No veo nada. Tu rostro parece el retrato de alguien hacienda una pose, un retrato antiguo, de un desconocido, dijo Ángela. Ella también parecía el retrato antiguo de un desconocido.”

— Fragmento de Paseo nocturno
Rubem Fonseca

La culpa es de uno, Mario Benedetti

“La culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos ni del tiempo.”

— Fragmento de La culpa es de uno, Mario Benedetti

jueves, 29 de marzo de 2012

Éstas, William Carlos Williams

“Éstas
son las semanas desoladas, oscuras
en las que la naturaleza iguala
en su aridez la estupidez del hombre.”

— Fragmento de Éstas, William Carlos Williams

Éstas, William Carlos Williams

“Casas en cuyos cuartos
hace un frío que excede lo pensable,
las personas que amábamos, ausentes,
las camas despobladas, los sillones
húmedos, y las sillas sin usar.”

— Éstas, William Carlos Williams

Siempre, Maruja Vieira

Estoy sola,
con el corazón limpio como una fuente nueva.

Fragmento de Siempre, Maruja Vieira

miércoles, 28 de marzo de 2012

JULIO CORTÁZAR: Rayuela

Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.


JULIO CORTÁZAR: Rayuela

martes, 27 de marzo de 2012

Abel Robino: CANCIÓN DEL EXILIO

“Y salve también la que no nos olvidó
la que ya no huye a las fieras de la congoja
la que simula el tétano de la muerte para
que la asquerosa bestia de los recuerdos
no le descubra la herida en la que,
atada, viaja mi juventud.”

Canción del exilio, Abel Robino

PABLO NERUDA, POEMA 14

Poema 14


Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.

A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.

De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.

Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.

Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.

Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.



lunes, 26 de marzo de 2012

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera


Las horas que le quedaban libres entre la administración de sus buques decrépitos, todavía a flote por pura distracción de la fatalidad [...]

Miguel de Unamuno, Don Catalino, hombre sabio


Fui a ver a don Catalino. Recordarán ustedes que don Catalino es todo un sabio; esto es, un tonto. Tan sabio, que no ha sabido nunca divertirse, y no más que por incapacidad de ello. Lo que no quiere decir que don Catalino no se ría; don Catalino se ríe y a mandíbula batiente, pero hay que ver de qué cosas se ríe don Catalino. ¡La risa de don Catalino es digna de un héroe de una novela de Julio Verne! Y no diría yo que don Catalino no le encuentre divertido hasta jocoso, amén de instructivo, ¡por supuesto!, al tal Julio Verne, delicia de cuando teníamos trece años. Don Catalino es, como ven ustedes, un niño grande, pero sabio; esto es, un tonto.Don Catalino cree, naturalmente, en la superioridad de la filosofía sobre la poesía, sin habérsele ocurrido la duda—don Catalino no duda sino profesionalmente, por método—de si la filosofía no será más que poesía echada a perder, y cree en la superioridad de la ciencia sobre e1 arte. De las artes prefiere la música, pero es porque dice que es una rama de la acústica, y que la armonía, el contrapunto y la orquestación tienen una base matemática. Inútil decir que don Catalino estima que el juego del ajedrez es el más noble de los juegos, porque desarrolla las funciones intelectuales. También le gusta el billar, por los problemas de mecánica que en él se ofrecen.Un amigo mío y suyo dice que don Catalino es anestético y anestésico. Pero anestésicos son casi todos los sabios. Al cuarto de hora de estar uno hablando con ellos, se queda como acorchado y en disposición de que le arranquen, sin dolor alguno, el corazón.

Caminos del espejo / VIII, Alejandra Pizarnik

“Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.”
— Caminos del espejo / VIII, Alejandra Pizarnik

Últimas imágenes de un jardín argentino, Abel Robino

“Si un último placer nos sería otorgado, que sea
el de un regreso a aquel error justo.”

Últimas imágenes de un jardín argentino, Abel Robino

Cuadro de situación, Laura Yasán

“y yo
quería apenas un beso desmedido
una canción de cuna
algún signo de amor
volví con nada
y me siento tan sola de este lado.”

Cuadro de situación, Laura Yasán

Momentos felices, Gabriel Celaya

“Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?”
Momentos felices, Gabriel Celaya

Tú que sólo eres tú, Gabriel Celaya

“Mi nunca suficientemente amada,cámbiame los ojos si así quieres.”
Tú que sólo eres tú, Gabriel Celaya

Paulina Vinderman: Cajitas chinas o su oscuridad

“Lo que yo quería era su oscuridad,
como si esa llave de artificio
me llevara a buen puerto.”
Cajitas chinas o su oscuridad, Paulina Vinderman

Canción del exilio, Abel Robino

“Y salve también la que no nos olvidó
la que ya no huye a las fieras de la congoja
la que simula el tétano de la muerte para
que la asquerosa bestia de los recuerdos
no le descubra la herida en la que,
atada, viaja mi juventud.”

Canción del exilio, Abel Robino

domingo, 25 de marzo de 2012

Caminos del espejo: Alejandra Pizarnik

“Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.”
— Caminos del espejo, XII, Alejandra Pizarnik

La Sentencia

“Hay que matar la memoria,hay que petrificar el alma,hay que aprender de nuevo a vivir.”
— La sentencia, Ana Ajmátova

Animales, Palabras

“Perdóname la tristezade amarte en las palabras,animales de la ausencia.”
Animales palabras / I, Javier Gil Martín

viernes, 16 de marzo de 2012

Paul Auster: Moon Palace

Así fue como finalmente me rescataron: porque los dos salieron a buscarme. En aquel momento yo lo ignoraba, claro está, pero, sabiendo lo que sé ahora, me es imposible recordar aquellos días sin sentir una oleada de nostalgia por mis amigos. En cierto sentido, eso altera la realidad de lo que experimenté. Yo había saltado desde el borde del acantilado y justo cuando estaba a punto de dar contra el fondo, ocurrió un hecho extraordinario: me enteré de que había gente que me quería. Que le quieran a uno de ese modo lo cambia todo. No disminuye el terror de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa ese terror. Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad.

miércoles, 14 de marzo de 2012

William Wordsworth, Agua, puro elemento, dondequiera abandonas...

Agua, puro elemento, dondequiera abandonas...

Agua, puro elemento, dondequiera abandonas
tu mansión subterránea, hierbas verdes y flores
de brillante color y plantas con sus bayas,
surgiendo hacia la vida, adornan tu cortejo;
y en el estío, cuando el sol arde, veloces
insectos resplandecen y, volando, te siguen.
Si falta tu bondad, resuella el bosque, y ciervo
y cierva y cazador con su venablo, juntos
languidecen y caen. No deja de sentirse
en el alma turbada tu benigna influencia;
y tal vez en la entraña marmórea de la tierra,
donde sufren tormento espíritus que lloran
gracia y bondad perdidas, tus murmullos apagan
su angustia ya los tuyos mezclan sus dulces cantos.
Versión de Màrie Montand

Espronceda, Canto a Teresa


¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido,
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?
¡Ay!, que de aquellas horas de alegría
le quedó al corazón sólo un gemido,
y el llanto que al dolor los ojos niegan
lágrimas son de hiel que el alma anegan.
¿Dónde volaron, ¡ay!, aquellas horas
de juventud, de amor y de Ventura,
regaladas de músicas sonoras,
adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
sus alas de carmín y nieve pura,
al son de mi esperanza desplegando,
pasaban, ¡ay!, a mí alrededor cantando.

martes, 13 de marzo de 2012

Paul Auster: El Palacio de la Luna

Para mí, los libros no eran tanto el soporte de las palabras como las palabras mismas y el valor de un libro estaba determinado por su calidad espiritual más que por su estado físico. Un Homero con las esquinas levantadas era más valioso que un Virgilio impecable, por ejemplo; tres volúmenes de Descartes, menos que uno de Pascal. Esas eran diferencias esenciales para mí, pero para Chandler no existían. Para él, un libro no era más que un objeto, una cosa que pertenecía al mundo de las cosas y, como tal, no era radicalmente distinto de una caja de zapatos, una escobilla del retrete o una cafetera. Cada vez que le traía otra parte de la biblioteca del tío Víctor, el viejo empezaba con su rutina. Tocaba los libros con desprecio, examinaba los lomos, buscaba marcas y manchas, dando siempre la impresión de alguien que está manejando un montón de basura.

lunes, 12 de marzo de 2012

Oscar Wilde, EL PRÍNCIPE FELIZ

Dominando la ciudad, sobre una alta columna, descansaba la estatua del Príncipe Feliz. Cubierta por una capa de oro magnífico, tenía por ojos dos zafiros claros y brillantes, y un gran rubí centelleaba en el puño de su espada.
Era admirado por todos: "Es tan hermoso como el gallo de una veleta"-  afirmaba uno de los dos concejales de la ciudad que deseaba ganar fama como conocedor de las bellas artes- "nada más que no resulta
tan útil"- añadía, temiendo que las gentes pudieran juzgarle impráctico; cosa que en realidad no era.
-"¿Por qué no puedes ser como el Príncipe Feliz?" -decía una madre razonable a su pequeño que lloraba por alcanzar la luna- "Al Príncipe Feliz nunca se le ocurre llorar por nada".
-"Me alegra que haya alguien en el mundo que sea tan feliz"-mascullaba un pobre hombre frustrado, contemplando la estatua maravillosa.
-"Es igual que un Ángel" -comentaban los niños del coro de la catedral cuando salían de ella con sus esclavinas rojas y sus roquetes blancos y almidonados.
-"¿Cómo lo sabéis?" -replicaba el maestro de matemáticas-, "¿si nunca habéis visto uno?"
-"¡Ah, porque los hemos visto en sueños!" -contestaban los muchachos; y el maestro de matemáticas fruncía el ceño y tomaba una actitud muy seria porque no le gustaba que los niños soñasen.
Una noche voló sobre la ciudad una golondrina. Sus compañeras ya habían partido hacia Egipto seis semanas antes, pero ella se retrasó porque estaba enamorada de un bellísimo junco. Lo había conocido al
principio de la primavera cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y se sintió atraída de tal manera por su tallo esbelto, que se detuvo para hablarle.
-¿Aceptas mi amor? -le preguntó la golondrina que nunca se andaba con rodeos; y el junco hizo una ceremoniosa inclinación. Entonces la golondrina voló haciendo grandes círculos a su alrededor, rozaba la
superficie de las aguas con las puntas de sus alas, dejando brillantes estelas de plata. Ésa era su manera de cortejar; y así transcurrió todo el verano.
-"Son unas relaciones tontas" -gorjeaban las otras golondrinas-. "El es pobre y tiene demasiados parientes". -Y verdaderamente, el río estaba lleno de juncos. Entonces, al llegar el otoño, todas las golondrinas alzaron el vuelo.
Cuando ya se habían alejado, la golondrina se sintió sola, y comenzó a cansarse de su amante. "No tiene conversación" -se decía-. "Además creo que es casquivano, porque constantemente coquetea con brisa".- Y era verdad, en cuanto la brisa comenzaba, el junco hacía las reverencias más graciosas."Además tengo que reconocer que es demasiado casero" -continuaba- "y a mí me gusta viajar, y a mi compañero, por tanto, deberá gustarle viajar conmigo."
-"Te vendrías conmigo" -le preguntó al fin, pero el junco. sacudió la cabeza,... ¡se sentía tan ligado a su hogar!
"¡Te has estado burlando de mí!" –gritó la golondrina-. "Me marcho a las Pirámides, ¡adiós!" -y echó a volar.
Voló durante todo el día, y ya de noche llegó a la ciudad. -"Dónde me alojaré" -se preguntó-. "Espero que la ciudad haya preparado algún lugar para mí."
Entonces divisó la gran columna, -"Me cobijaré allá" -gorjeó-. "Es un magnífico lugar con bastante aire fresco." -Y así, se detuvo justamente entre los dos pies del Príncipe Feliz.
-"Tengo una habitación dorada" -se dijo quedamente después de mirar en torno suyo y preparándose a dormir; pero en el momento en que iba a poner la cabeza bajo el ala, una gran gota de agua le cayó encima-.
"¡Qué raro!"-exclamó- "no hay una sola nube en el cielo, las estrellas se ven claras y brillantes, y sin embargo está lloviendo. El clima en el norte de Europa es verdaderamente terrible. Al junco le gustaba la
lluvia, pero eso no era más que puro egoísmo."
Entonces le cayó otra gota. -"De qué me sirve una estatua, si no me protege de la lluvia" -dijo la golondrina-. "Voy a buscar el copete de una chimenea", y ya iba a emprender el vuelo pero antes de que hubiese desplegado las alas, le cayó encima una tercera gota.
Entonces miró hacia arriba y vio... ¡Ah!, ¿qué es lo que vio?
Los ojos del príncipe estaban bañados en lágrimas, y las lágrimas corrían por sus mejillas doradas. Su cara era tan hermosa bajo la luz de la luna que la pequeña golondrina se sintió llena de lástima. -'¿Quién eres?" -le preguntó. -"Soy el Príncipe Feliz".
-"Entonces; ¿por qué lloras?" -dijo la golondrina-, "me has empapado."
-"Cuando estaba vivo, y tenía un corazón humano" -contestó la estatua-, "no sabía lo que eran las lágrimas, porque vivía en el Palacio de Sans-Souci, donde a la tristeza no se le permite entrar. Durante el
día jugaba con mis amigos en el jardín, y en la noche yo dirigía las danzas en el Gran Salón.
"Alrededor del jardín se alzaba una tapia altísima, pero nunca me preocupé por preguntar lo que se encontraba tras ella; todo lo que me rodeaba era tan bello. Mis cortesanos me llamaban El Príncipe Feliz, y en realidad lo era, si es que el placer es la felicidad. Así viví, y así morí. Y ahora que estoy muerto me han colocado a tal altura, que puedo ver toda la fealdad y toda la miseria de mi ciudad, y aunque mi corazón ahora es de plomo, no me queda más remedio que llorar."
-"Pues qué, ¿no está hecho de oro macizo?" -se dijo para sí la golondrina, pues era muy cortés para hacer observaciones en voz alta.
-"Allá lejos" --continuó la estatua en voz baja y melódica-, "allá lejos, en una callejuela, hay una casa muy pobre. Una de las ventanas permanece abierta, y por ella puedo ver una mujer sentada ante una mesa. Su cara se ve demacrada y triste, tiene manos toscas y enrojecidas, y las yemas de sus dedos picadas por la aguja, porque es costurera. Está bordando pasionarias en un vestido de seda que deberá lucir la más encantadora de las damas de honor de la reina, en el próximo gran baile de la Corte. Sobre una cama, en un rincón del mismo cuarto, yace su pequeño hijo enfermo, con fiebre, y pide naranjas. Su madre no tiene nada para darle, más que el agua del río; y por eso el pequeño llora. Golondrina, golondrina, golondrinita,
¿no quisieras llevarle el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos a este pedestal, y no puedo moverme.
-"Me están esperando en Egipto" -contestó la golondrina-. Mis compañeras ya vuelan de aquí para allá sobre el Nilo, y hablan con los grandes lotos. Pronto se recogerán a dormir en la tumba del Gran Rey.
El Rey está allí mismo dentro de su sarcófago pintado. Envuelto en bandas de lino amarillo y embalsamado con especies. Tiene puesto un collar de jades verde pálido, alrededor del cuello, y sus manos son como hojas marchitas."
-"Golondrina, golondrina, golondrinita" -dijo el príncipe- "¿No podrías quedarte conmigo una noche más, y ser mi mensajera?-¡El niño tiene tanta sed, y su madre está tan triste!"
-"No creo que me gusten los niños" -contestó la golondrina-. "El año pasado cuando estaba en el río, andaban por allí dos muchachos groseros, hijos del molinero, y que siempre me tiraban piedras. Nunca
llegaron a alcanzarme, por supuesto; nosotras las golondrinas volamos demasiado bien, y además yo procedo de una familia famosa por su agilidad; pero aun así, eso no dejaba de demostrar una gran falta de
respeto".
Pero El Príncipe Feliz se veía tan triste, que la pequeña golondrina se sintió compadecida.
-"Aquí hace mucho frío" -dijo al fin- "pero me quedaré contigo por una noche y seré tu mensajera."
-"Gracias golondrinita" -contestó el Príncipe.
Entonces la golondrina arrancó el gran rubí del puño de la espada del Príncipe, y llevándolo en el pico, voló sobre los techos de la ciudad.
Pasó sobre la torre de la catedral, donde estaban esculpidos unos ángeles en mármol blanco. Cruzó cerca del palacio y oyó la música del baile. Una preciosa joven se asomó al balcón junto a su novio.
-"¡Qué maravillosas son las estrellas!" -dijo él a la muchacha- ¡y también qué asombroso el poder del amor!"
-"Espero que mi vestido esté terminado a tiempo para el baile oficial" -respondió ella-. "He mandado bordar en él, pasionarias; pero las costureras son tan perezosas..."
La golondrina pasó por encima del río, y vio la luz de los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Voló sobre el Ghetto, y vio a los viejos judíos, negociando entre sí, y pesando el dinero en balanzas de cobre. Por fin llegó a la pobre vivienda, y miró dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camastro, y la madre se había dormido... ¡estaba tan cansada! ... Se deslizó rauda en la habitación, y depositó el gran rubí sobre la mesa, junto al dedal de la costurera. Entonces, graciosamente, revoloteó alrededor de la cama, abanicando con sus alas la frente del niño.
-"¡Qué fresco siento!" -exclamó el niño- "debo estar mejorando", y se sumergió en un sueño delicioso.
Entonces la golondrina regresó volando hacia el Príncipe Feliz, y le narró lo que había hecho. "Es curioso, comentó, pero ahora me siento con bastante calor, a pesar de estar haciendo tanto frío."
-"Es porque has realizado una buena acción" -dijo el Príncipe. La golondrinita comenzó a reflexionar, y se quedó dormida. El pensar siempre le daba sueño. Cuando empezaba a amanecer bajó volando al río y se bañó. -'¡Qué fenómeno más notable!" -dijo el profesor de ornitología, al pasar por el puente- "¡Una golondrina en invierno!"
Y escribió sobre este asunto una larga carta al periódico local. Todos la citaban y hablaron de ella, ¡estaba llena de tantas palabras que no alcanzaban a entender! ...
-"Esta noche parto para Egipto" -dijo la golondrina, sintiéndose entusiasmada con esta perspectiva.
Visitó todos los monumentos públicos, y estuvo descansando largo rato en la cúspide del campanario. Donde quiera que fuese, los gorriones gorjeaban y se decían unos a otros:
-"Que forastera tan distinguida".
Y se sentía muy contenta y halagada al oírlo.
Cuando salió la luna, voló de regreso al Príncipe Feliz.
-"¿No tienes ningún encargo para Egipto?" -le gritó-. "Ya me voy"
-"Golondrina, golondrina, golondrinita" -contestó el Príncipe-. "¿No podrías quedarte conmigo una noche más?"
-"Me esperan en Egipto" -fue la respuesta-. "Mañana mis compañeras volarán a la segunda catarata. Allí el hipopótamo descansa -sobre los juncos y el dios Memnón reposa sobre su gran trono de granito, vigilando las estrellas durante toda la noche, y cuando surge brillante la estrella matutina, lanza un gran grito de alegría, y vuelve a quedar silencioso. A medio día los leones amarillos se acercan a las orillas para beber. Tienen ojos como aguamarinas verdes, y su rugido domina al de las cataratas."
-"Golondrina, golondrina, golondrinita" -dijo el Príncipe-. "Lejos, más allá de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre su mesa llena de papeles, y enfrente tiene un vaso con un ramito de violetas marchitas. Su cabello es castaño y rizado, sus labios rojos como granos de granada; y los ojos son hermosos y soñadores. Está tratando de concluir una obra para el director del teatro; pero tiene un frío tan terrible que ya no puede escribir más. No hay fuego en la habitación, y el hambre ha hecho que se desmaye."
-"Esperaré una noche más y me quedaré contigo" -contestó la golondrina, que en verdad tenía muy buen corazón-. "¿Le llevaré otro rubí?"
-"¡Ay, ya no tengo rubí!" -dijo el Príncipe-. "Mis ojos son todo lo que me queda. Están hechos con zafiros rarísimos, que fueron traídos de la India, hace mil años. Sácame uno, y llévaselo a él. Lo venderá a un joyero, y comprará leña, y podrá terminar su obra.
-"Querido Príncipe" -replicó la golondrina- "no puedo hacer eso" -y comenzó a llorar.
-"Golondrina, golondrina, golondrinita" -insistió el Príncipe-. "Haz lo que te ordeno".
Así pues, la golondrina le sacó un ojo al Príncipe, y voló llevándolo hasta la buhardilla del estudiante. Fue fácil entrar, pues había un agujero en el techo. Penetró por él como una flecha, a la habitación.
El joven tenía la cabeza hundida entre las manos. No pudo percatarse del aleteo del pájaro, y cuando levantó la cabeza, descubrió el hermoso zafiro descansando sobre las violetas marchitas.
-"Empiezo a ser apreciado" -exclamó-. "Esto debe venir de algún gran admirador. Ahora puedo terminar mi obra"-. Estaba verdaderamente dichoso.
Al día siguiente la golondrina voló hacia el puerto. Se detuvo en el mástil de un gran barco, mirando a los marineros que sacaban grandes cajas de la cala, tirando de gruesas cuerdas.
-"¡Arriba, iza!" -gritaban según salía cada caja.
-"¡Yo voy para Egipto!" -gritó la golondrina; pero nadie le hizo caso; y cuando se levantó la luna, regresó de nuevo al Príncipe Feliz, volando.
-"He vuelto para despedirme de ti, para decirte adiós.
-"Golondrina, golondrina, golondrinita" -contestó el Príncipe-. "¿No te quedarías una noche más conmigo?"
-"Ya es invierno" -dijo la golondrina- "y la helada nieve pronto llegará. En Egipto el sol es caliente sobre las palmeras verdes, y los cocodrilos descansan en el lodazal y miran perezosos a su alrededor. Mis compañeras están construyendo sus nidos en el templo de Baalbec, y las palomas blancas y rosadas las vigilan, arrullándose entre sí. Querido Príncipe, tengo que abandonarte, pero nunca te podré olvidar, y en la próxima primavera, te traeré dos magníficas piedras preciosas, en lugar de las que has regalado. El rubí será más rojo que una rosa, y el zafiro será tan azul como el ancho mar".
-"Allá abajo, en la plaza" -siguió diciendo el Príncipe Feliz- "está en pie una niña vendedora de cerillos. Se le han caído todos los cerillos al arroyo, y ya no sirven. Su padre la maltratará, le pegará, si no trae algo de dinero a la casa, y por eso llora. No tiene ni zapatos ni medias, y su cabeza está descubierta. Sácame el otro ojo, dáselo, y su padre no le pegará".
-"Me quedaré una noche más contigo" -respondió la golondrina-, "pero no puedo sacarte el otro ojo. Te quedarás completamente ciego".
-"Golondrina, golondrina, golondrinita" -dijo el Príncipe-. "Haz lo que te mando."
Así las cosas, le sacó el otro ojo, y lo llevó consigo, descendiendo y pasando junto a la pequeña vendedora de cerillos, le deslizó la gema en la palma de la mano.
- "Qué precioso vidrio" -gritó la niña-. Y corrió riendo hacia su casa.
Entonces la golondrina volvió al Príncipe.
-"Ahora estás ciego" -dijo-. "Así es que me quedaré para siempre contigo."
-"No, golondrinita" -replicó el pobre Príncipe-. "Debes irte a Egipto."
-"Me quedaré para siempre a tu lado" -dijo la golondrina. Y se durmió a los pies del Príncipe.
Todo el día siguiente lo pasó sobre el hombro del Príncipe, y le contó muchas cosas de todo lo que había visto en países extraños. Le habló de los ibis rojos, que permanecen inmóviles en largas hileras a orillas del Nilo, y pescan peces dorados, con sus largos picos. De la Esfinge, que es tan antigua como el mundo, que vive en el desierto, y todo lo sabe. De los mercaderes, que caminan despacio al lado de sus camellos, y van pasando las cuentas de ámbar de los rosarios entre sus dedos. Le hizo relatos del rey de las montañas de la luna, que es tan negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal. También le describió la enorme serpiente verde que duerme enroscada en una palmera, y tiene veinte sacerdotes que la alimentan con
pastelillos de miel. Y también le dijo de los pigmeos que navegan por un gran lago, sobre anchísimas hojas planas, y que siempre está en guerra con las mariposas.
-"Querida golondrinita" -dijo el Príncipe- "me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso que todo eso, es el sufrimiento de hombres y mujeres. No existe misterio más grande que el de la miseria. Vuela sobre mi ciudad, golondrinita, y dime lo que ves en ella".
Entonces la golondrina voló sobre la gran ciudad; y pudo ver a los ricos holgar dichosos en sus hermosas mansiones, mientras los mendigos se sentaban a sus puertas. Voló a través de barriadas sombrías, y contempló las caras lívidas de niños hambrientos mirando inmóviles hacia las calles en tinieblas. Bajo uno de los arcos de un puente, dos pequeños dormían abrazados tratando de calentarse uno al otro.
-"Tenemos mucha hambre" -decían.
-"¡Aquí no se puede estar tumbado!" -gritó el vigilante.
Y se alejaron bajo la lluvia. Entonces regresó al Príncipe volando, y le dijo todo lo que había visto.
-"Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe- me lo debes quitar, hoja por hoja, y darlo a mis pobres; los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.
Hoja tras hoja de oro fino arrancó la golondrina, hasta que el Príncipe Feliz se quedó gris y deslucido. Hoja tras hoja de oro fino llevó la golondrina a los pobres, y las caras de los niños se fueron tornando rosadas, y reían y jugaban en las calles, y exclamaban alegremente: "¡Ahora tenemos pan!"
Y entonces llegó la nieve, y después de la nieve vino la helada. Las calles parecían cubiertas de plata, ¡eran tan brillantes y pulidas!...; grandes témpanos como dagas de cristal colgaban de los aleros de las
casas, toda la gente iba envuelta en pieles, y los niños llevaban gorros rojos y patinaban sobre el hielo.
La pobre golondrinita tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe; ¡era muy grande su amor por él! Picoteaba las migajas en la puerta de la panadería, cuando su dueño no se daba
cuenta y trataba de calentarse, batiendo sus alas.
Pero al fin comprendió que iba a morir. Tuvo suficientes fuerzas para volar de nuevo hasta el hombro del Príncipe.
-"Adiós, querido Príncipe" -murmuró-. "¿Me permites besar tu mano?"
-"Me alegra que puedas por fin regresar a Egipto, golondrinita" -contestó el Príncipe-. "Ya has estado demasiado tiempo aquí; pero tienes que besarme en los labios, porque te amo."
-"No es a Egipto a donde voy" -dijo la golondrina-. "Voy a la Casa de la Muerte. La Muerte es la hermana del sueño, ¿no es verdad?"
Y besó al Príncipe Feliz en los labios. Y cayó muerta a sus pies. En ese momento un sonido extraño se oyó en el interior de la estatua, como si algo se hubiese quebrado. El hecho es que el corazón de plomo se había partido en dos. Estaba cayendo una terrible helada.
A la mañana siguiente, el Alcalde paseaba abajo, en la plaza, acompañado por los regidores de la ciudad. Al pasar junto a la columna, miraron hacia la estatua:
-"¡Válgame Dios!" -exclamó-. "¡Qué desaliñado se ve el Príncipe Feliz!"
-"¡De veras, qué andrajoso!" -añadieron los regidores de la ciudad, que siempre estaban de acuerdo con el Alcalde; y se acercaron y subieron a examinarla.
-"El rubí se ha caído del puño de su espada, los ojos han desaparecido, y ya no tiene nada de oro encima" -dijo el Alcalde-. "En verdad casi no se diferencia de un mendigo."
-"No se diferencia de un mendigo" -repitieron los regidores de la ciudad.
-"¡Y aquí se encuentra un pajarillo muerto a sus pies!" -continuó el Alcalde.
-"Debemos promulgar un bando, prohibiendo que los pájaros mueran aquí."
Y el Alguacil de la ciudad tomó nota de esta iniciativa.
Así fue como bajaron la estatua del Príncipe Feliz. "Ya que habiendo dejado de ser hermoso, ya tampoco era útil"; dijo el Profesor de Arte de la Universidad.
Entonces fundieron la estatua en un gran horno, y el Alcalde convocó a una reunión para decidir lo que debería hacerse con el metal.
-"Tendremos que levantar otra estatua, por supuesto" -y añadió-. "Y, por ejemplo, podría ser una estatua mía."
-"O la mía" -repitieron cada uno de los regidores.
Y comenzaron a discutir. La última vez que supe algo de ellos, fue que todavía estaban discutiendo.
-"¡Qué cosa más rara!" -dijo el maestro de fundidores-. "Este roto corazón de plomo, no se puede fundir en el horno. Lo tenemos que tirar."
Y lo tiraron sobre un montón de cenizas donde también se encontraba la golondrina muerta.
-"Tráeme las dos cosas más preciosas de toda la ciudad" -dijo Dios a uno de sus ángeles; y el ángel le trajo el corazón de plomo y el pajarillo muerto.
-"Escogiste bien" -dijo Dios-. "Por que en mi Jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro, el Príncipe Feliz me alabará."

Paul Auster, Brooklyn Follies.



"Sí, supongo que sí. Y acabarías lamentándolo durante todos los días de tu vida. No vayas por ese camino, Joyce. Intenta encajar los golpes. Lleva la cabeza alta. Que no te tomen el pelo. Vota a los demócratas en todas las elecciones. Pasea en bici por el parque. Sueña con mi cuerpo inigualable y perfecto. Toma vitaminas. Bebe ocho vasos de agua al día. Apoya a los Mets. Ve mucho al cine. No te mates a trabajar. Haz un viaje conmigo a París. Ven al hospital cuando Rachel tenga al niño y coge en brazos a mi nieto. Cepíllate los dientes después de cada comida. No cruces la calle con el semáforo en rojo. Defiende al débil. Hazte valer. Recuerda lo hermosa que eres. Acuérdate de lo mucho que te quiero. Bebe un whisky con hielo todos los días. Respira profundamente. Mantén los ojos abiertos. No comas grasas. Sueña el sueño de los justos. Recuerda cuánto te quiero".


"Yes, I suppose you could. And you'd wind up regretting it every day for the rest of your life. Don't go there Joyce. Try to roll with the punches. Keep your chin up. Don't take any wooden nickels. Vote Democrat in every election. Ride you bike in the park. Dream about my perfecto, golden body. Take your vitamins. Drink eight glasses of water a day. Pull for the Mets. Watch a lot of movies. Don't work too hard at your job. Take a trip to Paris with me. Come to the hospital when Rachel has her baby and hold my grandchild in your arms. Brush you teeth after every meal. Don't cross the street on a red light. Defend the little guy. Stick up for yourself. Remember how beatyful you are. Remember how much I love you. Drink one Scotch on the rocks every day. Beathe deeply. Keep you eyes open. Stay away from fatty foods. Sleep the sleep of the just. Remember how much I love you."

jueves, 8 de marzo de 2012

Paul Auster, Moon Palace

... algunos de estos libros son grandes, otros pequeños, unos son gordos, otros delgados, pero todos contienen palabras. Si lees esas palabras, puede que te ayuden en tu educación.

viernes, 2 de marzo de 2012

Pablo Neruda. Te Amo

Te amo,
te amo de una manera inexplicable,
de una forma inconfesable,
de un modo contradictorio.

Te amo
con mis estados de ánimo que son muchos,
y cambian de humor continuamente.
por lo que ya sabes,
el tiempo, la vida, la muerte.

Te amo...
con el mundo que no entiendo,
con la gente que no comprende,
con la ambivalencia de mi alma,
con la incoherencia de mis actos,
con la fatalidad del destino,
con la conspiración del deseo,
con la ambigüedad de los hechos.

Aún cuando te digo que no te amo, te amo,
hasta cuando te engaño, no te engaño,
en el fondo, llevo a cabo un plan,
para amarte mejor.

Te amo...
sin reflexionar, inconscientemente,
irresponsablemente, espontáneamente,
involuntariamente, por instinto,
por impulso, irracionalmente.

En efecto no tengo argumentos lógicos,
ni siquiera improvisados
para fundamentar este amor que siento por ti,
que surgió misteriosamente de la nada,
que no ha resuelto mágicamente nada,
y que milagrosamente, de a poco, con poco y nada
ha mejorado lo peor de mí.

Te amo,
te amo con un cuerpo que no piensa,
con un corazón que no razona,
con una cabeza que no coordina.

Te amo
incomprensiblemente,
sin preguntarme por qué te amo,
sin importarme por qué te amo,
sin cuestionarme por qué te amo.

Te amo
sencillamente porque te amo,
yo mismo no sé por qué te amo.