Tu cuerpo puede
llenar mi vida,
como puede tu risa
volar el muro opaco de la tristeza.
Una sola palabra tuya
quiebra la ciega soledad
en mil pedazos.
Si tu acercas tu boca inagotable
hasta la mía,
bebo sin cesar
la raíz de mi propia existencia.
Pero tú ignoras cuánto
la cercanía de tu cuerpo
me hace vivir
o cuánto
su distancia me aleja de mí mismo
me reduce a la sombra.
Tú estás, ligera y encendida,
como una antorcha ardiente
en la mitad del mundo.
No te alejes jamás:
Los hondos movimientos
de tu naturaleza son
mi sola ley.
Retenme.
Sé tú mi límite.
Y yo
la imagen de mí feliz,
que tú me has dado.
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