El alba abre sus pétalos en el gran
olmo
al lado de la casa.
Los vencejos regresaron. Silban
como cohetes de papel.
Oigo el sonido de las horas
Que se amplifica y se desvanece en
los caminos huecos. Oigo las vacas
que mugen.
Los colores recobran su resplandor, y
el heno
mojado
humea al sol.
Los narcisos entreabren su rostro
blanco
en el huerto.
Estoy tranquila. Estoy tranquila.
Estos son los colores claros de la
habitación
del niño,
Esos son los canarios que picotean y
los alegres
corderos.
De nuevo soy sencilla. Creo en
los milagros.
No creo en esos niños aterradores
Cuyos ojos blancos y manos sin dedos
dislocan mi sueño.
Esos no son míos. No me pertenecen.
Voy a meditar en el orden de las cosas.
Voy a meditar en mi muchachito.
No camina. No me dice ni una
palabra.
Aún está en pañales, en mantillas
blancas.
Sin embargo él es rosa y perfecto.
Sonríe tan seguido.
Tapicé su habitación de rosas
gigantes.
Por todas partes pinté
corazoncitos.No lo quiero talentoso.
Es la excepción lo que le interesa
al diablo.
Es la excepción la que trepa la
colina
dolorosa.
Que se sienta en el desierto y hace
sufrir
al corazón de su madre.
Lo quiero superficial,
Y que me ame como lo amo, y que
se case con quien quiera y donde
quiera.
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