....Sólo
entonces uno podía empezar a respirar, a sentir que la habitación se
expandía, y entonces permitía que la mente explorara los límites
desmedidos e insondables de aquel espacio. Porque en aquella habitación
cabía un universo entero, una cosmología en miniatura que contenía en sí
misma lo más extenso, distante y desconocido. Era como un templo,
apenas más grande que un cuerpo, en honor a todo lo que existe más allá del cuerpo: el mundo interior del hombre representado hasta en sus más mínimos detalles. Sin lugar a dudas, S. había logrado rodearse de las mismas cosas que se ocultaban en su interior. La habitación donde vivía era un espacio onírico y sus
paredes eran como la piel de un segundo cuerpo a su alrededor, como si
su propio cuerpo se hubiera transformado en una mente, un instrumento
vivo del pensamiento absoluto.
Era el útero, el vientre de la ballena, el verdadero ámbito de la imaginación. Al situarse en aquella oscuridad, S. inventó una forma de soñar con los ojos abiertos.
Era el útero, el vientre de la ballena, el verdadero ámbito de la imaginación. Al situarse en aquella oscuridad, S. inventó una forma de soñar con los ojos abiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario