FRAGMENTO: CARTAS PARA CLAUDIA, JORGE BUCAY
Claudia:
Hoy tengo ganas de trabajar un poco conmigo y parece que también tengo ganas de involucrarte.
Recuerdo los ejercicios del darse cuenta de John Stevens: el darse cuenta del afuera y el darse cuenta del adentro…
Afuera de mí… el pasto, ese rosal, las flores amarillas, ese árbol…
Imagino que soy ese árbol…
Soy alto… frondoso… de un tono verde oscuro, que resalta sobre el fondo más claro.
Estoy en un costado de un campo… más allá del campo, otros árboles, ninguno de mi especie. Desde donde estoy, no veo otros como yo (supongo que debe haberlos… quizás miles… A veces, me gustaría que alguno de ellos estuviera más cerca… Otras veces, debo reconocerlo, me gusta sentirme único).
Tengo un tronco fuerte y duro. ¡Es mi sostén! Me sirve para mantenerme erguido, pero no rígido. Mis ramas se expanden al aire… llenas de hojas, me permiten la comunicación plena por cada uno de mis poros…
En esta época del año, estoy lleno de flores y frutos. Ambos son expresiones de mi deseo de trascender y, seguramente, son parte de mis intentos seductores.
Me doy cuenta de que ostento con ellos… tanto como con mi sombra… una sombra densa, cobijadora y fresca, muy atractiva para casi todos los que pasan cerca y más aún para quienes requieren mi protección o cuidados…
Me doy cuenta también de que mis ramas tienen, además, miles de espinas. Este es mi armamento defensivo; impide que los depredadores se lleven partes de mí, sin mi autorización.
Creo que, además, son el símbolo de mi maldad. ¡Claro!, no soy todo lindo y bueno. Adentro mío soy agresivo, oscuro, cerrado…
Todo esto es lo evidente. Bajo el nivel de lo evidente, me prolongo…
Unos pocos centímetros debajo de la tierra, mi tronco se divide en dos grandes ramas que se extienden hacia los costados y hacia abajo.
Mis raíces… de ellas me nutro, de ellas depende mi alimentación y mi estabilidad. Nunca pude comprender cómo sobreviven esos seres humanos, que a veces veo, sin raíces, tan inestables y tan frágiles por carecer de nutrientes…
Amo cada parte de mí mismo…
desde la punta inferior de mis raíces hasta la última hoja de mi copa…
Amo mis flores, y también amo mis espinas… Y, lo que más amo de mi ser árbol… es darme cuenta… a cada instante…
¡Que estoy vivo!
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