Poned en un óvalo de gracia indescriptible dos ojos negros, coronados por cejas de tan perfecto arco, que parezcan pintados; velad esos ojos con pestañas que, al bajarse, proyectan sombra sobre las sonrosadas mejillas; trazad una nariz fina, recta y espiritual, un poco con las ventanas un poco abiertas como una aspiración ardiente del sensualismo: dibujad una boca ni grande ni pequeña, cuyos labios entreabiertos permitan ver los dientes blancos como la leche; colocad lapiel con ese imperceptible vello que recubre al melocotón antes de ser tocado por la mano del hombre, y éste será ell retrato de aquella encantadora cabeza.
LA DAMA DE LAS CAMELIAS, A. Dumas
Imagina una palabra, e imagina un millón. Flotan, y vuelan... Imagina una sensación, mientras sueñas, mientras lees. "Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba,`por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido..."
miércoles, 19 de octubre de 2011
LA DAMA DE LAS CAMELIAS, A. Dumas
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